Mantua siempre fue una villa jardín. Sus calles, no solo exhibían la rectitud de parterres y arboledas. Eran también el testimonio de una población acostumbrada a la belleza. “Pero todo lo que comienza, corre el riesgo de concluir- dice Chema, un ciudadano- porque con las carencias del Periodo Especial, muchos olvidaron que el entorno también es la casa de todos”.
Y dijo bien, pues en verdad los tiempos difíciles cercenaron recursos y valores, y sustituyeron el antes clásico, “No pise el césped”, por la indiferencia, en el menor de los casos, y la felonía en el peor. “La pandemia- dice Pucho- no solo le dio un respiro a la capa de ozono, también a las flores y palmitas de la calle principal, porque después de una noche de discoteca, poco había que recoger en la mañana”.
Aun así, Mantua es bella en la concepción ornamental de sus calles, en la insustituible intimidad de sus casonas republicanas y el verde que arroja sombras sobre parques y patios. “Este pueblo- dice Enrique Pertierra, historiador y escritor- tiene el sello de las particularidades, no solo por su historia fundacional, y la llegada de la invasión; también por ese toque único que disfrutaba el local y el visitante”.
Las calles de la villa añoran el asfalto, y los parches abundan como heridas del tiempo, imposibles de borrar, aún con los mejores maquillajes. Pero según Demérida, la magia no se pierde. "Nací y me crie en Mantua, y quiero que sepas que, cada mañana la descubro otra vez. No sé si es su aire, sus gentes, que van entre lo noble y lo ingenuo, o estas casas viejas en las que habitamos algunos, pero el milagro ocurre con cada salida del sol”.
Mantener en estos tiempos una villa pulcra, con aceras intactas, parterres de puro verdor y pintura intachable, es una tarea casi imposible. En el sector comunal y en el sistema de la vivienda, abundan los problemas como la escasez de recursos para construir, la fuerza laboral y los implementos de trabajo.
“Hay un poco de todo- dice Leo, un mantuano septuagenario que vivió todos los tiempos- pues cuando Romero mandaba en Comunales habían recursos pero la gente cuidaba y había respeto por los parques y las plantas. Hoy también hay personas buenas y muy trabajadoras en ese organismo, pero los ciudadanos no cooperan”.
La fuerza de trabajo es otro gran problema. Por lo general, los jóvenes no quieren barrer las calles, ni podar el jardín: solo los sancionados pasan por Servicios Comunales, y la mayoría, una vez que cumplen, no se quedan.
Para Niurka, directora del sector, el truco radica en no cansarse. (…) “Si me canso y no siembro flores, porque alguien las puede romper, entonces no tuviéramos mucho de lo que hoy tenemos. Los bancos del parque, al principio les rompían las tablas; hoy ya eso no ocurre. Las flores se mantienen, y estamos logrando arbolitos donde jamás se habían logrado. La cuestión es educar con el ejemplo y la insistencia”- concluye
Cada inicio de año, las plazas y sitios históricos se remozan a la espera del 22 de enero, fecha distintiva de la villa. Son días de total respeto por el ornato, que debían mantenerse, porque la belleza no puede limitarse a un lapso de tiempo.
“Esas fechas importantes, siempre son motivos para engalanar comenta Agustín Zambrana, directivo de Servicios Comunales en Mantua- aunque se trabaja todo el año, en enero es como si todos se pusieran de acuerdo para estrenarse de limpio. Es un logro sin duda”.
Dimas, el poblado costero al norte de la villa, fue en los 80 una ciudad jardín, reconocida en el país. Hoy el panorama es distinto. Para Jorge de la Vega el problema inició en los 90 del pasado siglo. “La gente aquí comenzó a criar puercos y pronto andaban en todo el pueblo. Así se acabaron los jardines de Dimas, que no tenían linderos tan definidos entre las calles y los patios, como en otras ciudades”.
Nelson Luis, otro ciudadano de esa localidad costera piensa que no es tarde para volver atrás. “Claro que se puede. -afirma- Si hemos sido capaces de sembrar todos los patios con hortalizas, no veo por qué no podemos hacer nuestros jardines. Solo que es un asunto de muchos, no de unos pocos, porque en esto un solo rosal no hace una comunidad jardín”.
Volvemos a Mantua constatamos que hay nuevos proyectos ornamentales para la villa, que esperan por financiamiento.
“Por el momento nos preparamos para rehacer la entrada del poblado, hoy muy deteriorada por el tráfico vehicular y las indisciplinas de los moradores. Más de 92 000 ladrillos, cientos de metros de césped y plantas arbustivas están entre los elementos de intervención”.
Aventurar escenarios e idealizarlos sería poco serio. Pero a favor de la villa, obra la labor diaria del sector comunal, la capacidad aún no explotada de hacer más con recursos autóctonos y el talento de los pobladores.
Mantua fue un jardín pródigo; las huellas de ese tiempo permanecen frescas. Debemos seguir el sendero.


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