Atractivos turísticos Mantua y sus bosques
Mantua y sus bosques; los altos pinos movidos por la brisa zumban melodías que, jutías, tocororos, arrieros y sinsontes corean e invitan al asombro y la relajación.
Este primer párrafo podría ser el headline de un panfleto promocional encargado por una agencia de viajes. Pero la idea no está lejos de la verdad, si admitimos que, tal riqueza forestal existe y cada día crece y se multiplica hasta cubrir más del 60% del territorio.
Hay acá nombres que en un futuro, más o menos cercano, podrían aparecer en los mapas turísticos del país: Arroyo de las Calenturas, rodeado de pinos, entre rocas pizarrosas, tan frío que en pleno verano puedes tiritar; o el Valle de Caracoles, con sus bosques periféricos, casas de curar tabaco y viviendas campesinas, todo semejante a una pintura de vivos colores.
Hay entre los bosques de Mantua, quebradas que bajan de la montaña y profundizan hasta unos 30 metros, con finos arroyos intermitentes que corren sobre la roca viva, y pozas llenas de camaroncillos y cangrejos de río.
En la falda oeste, y un poco al norte de la loma del Zurrado, la altura mayor del territorio con 163 metros sobre el nivel del mar, se encuentra la mayor población de palmas barrigonas del occidente cubano. Ejemplares de todas las edades se integran al paisaje de pinos, yagrumos y helechos arborescentes.
Para llegar al Zurrado se han de atravesar vegas de tabaco, bosques naturales y el río Mantua que serpentea entre las zonas de cultivo y el monte firme en la región conocida por, Las Calabazas.
Al sur, siguiendo la corriente del Mantua, con las lomas repletas de coníferas a la izquierda, y los sembrados de arroz en las faldas, se llega a La Cueva del Oso, remanso extraño, abertura en las rocas, inexplorada, con corona de agua fresca que cae desde el corazón de las lomas.
Desde finales del pasado siglo, el pensamiento económico en la región ha transitado desde la simple tala y aprovechamiento de los recursos forestales a la plantación,
conservación y planes para el turismo de sendero. Más de 500 kilómetros de rutas podrían abrirse en el macizo, no solo para la contemplación del paisaje, también para el estudio de especies vegetales endémicas.
El paseo equino, la pesca en el río, campamentos, y otras actividades pueden desarrollarse cada año, desde finales de noviembre y hasta principios de la primavera, que es cuando las grandes tormentas eléctricas azotan la montaña y el Mantua se sale de cauce en el ciclo eterno de limpiar su cauce y abonar las tierras de su curso medio y bajo.
Para que ello suceda habrán de aunarse decenas de voluntades, y partir del principio de desarrollo endógeno que hemos de llevar al máximo para lograr la prosperidad de la región, la creación de empleos y actividades asociadas al paquete turístico.
Por su posición geográfica, mirando al Golfo de México, Mantua permanece virgen, inexplorada y poseedora de oportunidades únicas para que su naturaleza se convierta en el principal renglón socioeconómico de la región.