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Origen del Municipio

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Mantua, Pinar del Río, Cuba

En 1622 ya el nombre de Mantua era reconocido en los documentos oficiales del Cabildo de La Habana. Para que el nombre de un accidente geográfico o de un pueblo adquiriera notoriedad en aquella época y se arraigara en una región tan despoblada, debía transcurrir un período nunca menor de cinco años por lo que la edificación del villorrio en su asentamiento definitivo cerca de la margen norte del río, bien pudo haber tenido lugar entre 1610 y 1615

La edificación del pueblo de Mantua en el lugar que hoy ocupa se debió a la presencia del río de su mismo nombre y la existencia de fértiles vegas en ambas márgenes, regadas esporádicamente por sus crecidas. Pero a pesar de que el río fue el factor determinante para levantar el caserío en sus inmediaciones, los fundadores prefirieron construir sus hogares en una pequeña cota, a distancia prudencial del cauce, a fin de aprovechar los terrenos bajos en calidad de campos sembradíos y evitar, por otro lado, las inundaciones del villorrio.

Las primeras viviendas se construyeron a lo largo de lo que sería la calle real, hoy José Martí. Algún tiempo después, las casas de madera y guano comenzaron a alinearse también en la calle Embarcadero, hoy Antonio Maceo, que cortaba transversalmente por su cabecera la vía anterior, dando a la aldea un aspecto de L invertida y cuya prolongación trece kilómetros hasta el litoral hacía posible la comunicación entre el caserío y el Surgidero de Los Arroyos. Esto ocurrió alrededor de 1716 y es en ese año que alcanza la categoría de pueblo.

Sin embargo, existe una prehistoria, un origen perdido en la inmensidad del tiempo, de cuya existencia sólo nos ha llegado el eco relicto.

A través de generaciones se ha venido transmitiendo que el origen de Mantua está vinculado al desembarco, a principios del Siglo XVII, de un grupo de italianos por el surgidero de Los Arroyos, y su posterior peregrinación tierra adentro en busca de un asentamiento definitivo.

Han trascendido el paso del tiempo dos versiones donde se recogen los hechos sin lujo de detalles, a veces, entretejiéndose indistintamente fragmentos de una y otra.

La exégesis popular aduce como navegantes italianos confundidos con corsarios fueron perseguidos por buques de guerra ingleses en los bajos del Archipiélago de los Colorados y al verse copados, se internaron en la Ensenada de los Lazos, incendiaron sus bajeles en el fondeadero de los Arroyos y huyeron hacia el interior de la isla.

Por otra parte, se sostiene que el bergantín Mantua, al mando del capitán Anatolli Fiorenzana (en realidad debió ser Antonello Fiorenzano), arremetió contra la muralla de arrecifes coralinos paralela a la costa norte cuando trataba de explorar la cayería o alcanzar el litoral y comenzó a hacer agua; ante la evidencia del naufragio, los marinos abandonaron el navío en botes de salvamento y desembarcaron en un lugar próximo a Punta del Río. Después de explorar la zona, el grupo de náufragos se encaminó al surgidero de Los Arroyos, descubierto por una de sus avanzadillas.

Sobre los posteriores desplazamientos de los italianos en tierra firme, existen versiones divergentes. Una recoge que después de desembarcar se establecieron en el propio surgidero de los Arroyos y levantaron un caserío al cual llamaron Mantua; mientras en la otra se asevera que continuaron internándose en el territorio hasta llegar a las proximidades del Hato de Ábalos, a una aldea nombrada San Lázaro, unos 3 kilómetros más al oeste del lugar que actualmente ocupa Mantua

Según continúa describiendo la tradición oral; desde Los Arroyos o desde la aldea de San Lázaro, los náufragos o presuntos corsarios decidieron fundar un nuevo pueblo, ya fuera por buscar mejores tierras de labranza o por algún otro motivo y se trasladaron hacia una hondonada a orillas del río más caudaloso de la comarca, rodeada de sabanas, fértiles vegas y colinas cuajadas de pinos de un verdor inimaginable. En este lugar edificaron un villorrio al cual llamaron Mantua; bien por el nombre del bergantín, bien por proceder ellos de esa ciudad italiana

Y es que, hasta nuestros días, la ausencia de testimonios documentales; pruebas que den fe de la veracidad de los hechos, así como la escasa documentación oficial de épocas tan remotas, ha convertido en una antigua leyenda lo que solo por la tradición oral de este pueblo puede considerarse una realidad: la fundación de la villa por navegantes procedentes de la península itálica que el azar trajo a estas tierras

El municipio se sustentaba en una economía agrícola, pues no existían grandes fábricas ni industrias, solo pequeñas fábricas dedicadas al proceso del tabaco, que comenzó en la década de 1910 y otras pequeñas industrias, actividad pesquera y artesanales.

Se exportaban tabaco, viandas, miel de abejas y cerdos, además de ganado y sus derivados

 

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